Cónicas del 28° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata (Cine)

Cine, playa y fideos

Foto: Marcos Banina

Por Soledad Castro

1.Desbarrancar


Después de las excelentes películas de la primera noche, era difícil seguir el tren. Ya somos más (a las seis de la mañana bajé a abrirle la puerta a la linda Aldana, productora de nuestro proyecto), tuvimos que conseguir más acreditaciones, hubo problemas con los mails y las reservas, nos dormimos en los laureles y terminamos quedándonos sin entradas para las películas que queríamos ver. Todo un clásico. Así que entramos en el plan “a la bartola”, donde uno cae en el cine a ver medio que cualquier cosa. Hay que dejarse llevar con alegría.

2.La cárcel del fin del mundo – Lucía Vasallo

La primera película del día fue La cárcel del fin del mundo, de Lucía Vassallo, un documental sobre la cárcel de Ushuaia. El tema es bien difícil, había que contar sobre una cárcel de hace casi cien años que dejó de serlo en el cincuenta y pico. En este tipo de apuestas un cineasta debería ser consciente de que dialoga con la tradición: el cine documental tiene una larga y hermosísima historia en reconstruir la memoria partiendo de espacios presentes transformados por el tiempo.  

La película se apoya en una casi continua voz en off. Su investigación toca demasiados frentes y termina perdiéndose en un discurso expositivo un poco vacío, que ensaya un montón de estrategias de acercamiento pero no se decide por ninguna para ir a fondo. Hay testimonios de familiares de reclusos y carceleros, reconstrucción de la historia de algunos prisioneros de alta seguridad que se erigen como personajes, filmaciones del lugar en el presente, sus ruinas y objetos, y valioso material de archivo donde la intervención del montaje resulta un poco exagerada, con la elección del grano falso sobre las fotos antiguas y transiciones televisivas realzadas por una banda sonora llena de efectos.

De todos modos, es muy lindo ver la nieve y los paisajes de Ushuaia, ese confín del planeta. La cárcel en el presente está filmada de forma bastante exhaustiva y hay planos que cuentan muy bien el espacio. Unas bellísimas tomas aéreas nos permiten ver el lugar en perspectiva, situarlo y comprenderlo, e insistentes planos detalle nos muestran celdas, pasillos, rejas y ventanas. El tema de la película es recontra atractivo y hay algunos momentos logrados, sobre todo en esos testimonios de viejos lugareños que relacionan a la cárcel con su memoria familiar.

Foto: Marcos Banina
Ushuaia se transformó en ciudad a partir de la institución carcelaria. La película tiene un evidente rigor histórico e intenta construir de forma comprometida la evidencia de que al pasar a manos de la Marina Naval, el edificio no dejó de ser una cárcel y siguió sirviendo para aislar y torturar gente. Pero el montaje no es lo suficientemente valiente como para establecer más que una tenue sugerencia y pasar a otra cosa. Tal vez un trabajo de construcción visual menos estandarizado y más personal hubiera ayudado a armar, con el mismo material rodado, una película un poco más intensa.

3. Los olvidados – Buñuel

Nunca hay que desmerecer la potencia de un clásico en un festival. Resulta mágico tener la oportunidad de ver ciertas películas en el cine con copias nuevas, con buena imagen y sonido. Era emocionante ver cómo se iba llenando y llenando la sala para ver a Buñuel, ¡se agotaron las entradas! Y qué película, eh. Fuah. 

Hace poco pensaba que cuando uno asiste a un discurso artístico tan contundente e intemporal, todas las cosas se ponen en su lugar. Tal vez el arte finalmente sea eso: la posibilidad de establecer un orden en el caos del mundo. Buñuel bien que lo sabía, y organiza una puesta en escena perfecta para transportarnos al sentimiento trágico en el enfrentamiento de cada personaje con su destino. Uno disfruta de cada plano con una intensidad alucinada: los paisajes, los decorados, los animales... la belleza de los rostros, los claroscuros en contraste, los diálogos de las voces y los cuerpos, la luz de las miradas.

Además de las actuaciones y la puesta de cámara, hay algo perturbador en el guión de estas películas clásicas: la solidez de los diversos nudos del relato, cómo se suceden y se resuelven con extrema naturalidad, sin ninguna fisura en el in crescendo de la tensión dramática. Pero a la vez hay una inocencia en esa manera de contar, cierta ingenuidad que confía en lo trascendente, en los motivos melodramáticos por ejemplo: los personajes son imprevisibles porque son emocionales, apasionados, marcados por lo sentimental. A veces parece que el cine de hoy huyera de la emoción y solo buscara construir la ambigüedad desde lo racional de los personajes. Es cuando se vuelve frío, helado como los ojos de un gringo. Si hay algo latino, atravesado hasta la médula por el sentido español del destino, el amor y la muerte, es esta película. Y así dialoga con los recuerdos más íntimos de uno: los propios fantasmas, los relatos de la abuela, la fantasía cultural que se guarda en una tradición cada vez más escondida pero que por suerte nos habita todavía. 
Foto: Marcos Banina

4. Sacrificial Youth – Joe Losurdo

Cambio radical en el swing: unos sanguchitos y a la próxima sala de los Cines del Paseo, una especie de pequeño mall comercial bastante más feo que el hermoso Ambassador. No hay caso: no se puede zafar durante mucho tiempo de los posabrazos incómodos con agujeros para el vaso y las alfombras coloridas, pegoteadas por el pop. 

Sacrificial Youth es una ópera punk-rock. Joe Losurdo es un músico adulto que filma la historia de un héroe adolescente del punk, que anda en skate y está en contra del sistema de consumo y de la industria musical que quiere chupar su sangre y la de sus congéneres. La película está filmada en la casa del director o de sus amigos con actores desconocidos; el mismo director actúa como padre del líder de la banda. El resultado es una cosa bien vital, hecha con dos mangos pero con mucha sangre, una mirada adolescentísima y bastante tierna del mundo: buenos, malos y el ojo de Sauron que lo domina todo en forma de corporación. 

Uno tiende a pensar que estos yankis punk-rock pecan un poco de simplistas y el director, que habló después de la película, parecía confirmar el prejuicio. Pero había un delirio lindo en toda la historia, con ese héroe adolescente que experimenta los estigmas de Cristo, animación guarra, managers gordos y malignos y un montón de punk y hardcore con buenas letras y espíritu contagioso. Fuck the system, man. 


5. No More Tour – Daniel Gómez, Fermín Muguruza.

La última de la noche nos agarró cansados. Era una documental sobre el músico Fermín Muguruza, que supuestamente es un tipo importante. Pero nosotros no lo conocíamos, y la película asume su tema como interesante sin siquiera presentar a su personaje. No vemos al tipo cantar, ni conocemos su encanto: un montón de cabezas parlantes y de imágenes súper cool del mundo de la música catalana y europea nos hablaban de algo completamente ajeno. Duramos poco, ya era muy tarde. Así que pare de sufrir: nos levantamos del cine y nos fuimos a buscar un trago. 

Fue un día agotador y sin ningún descubrimiento maravilloso, pero ese preciso matiz loser tiene lo suyo. Nada que un rico vodka con jugo de naranja no logre transformar en oro.