Por Ariana Perez Artaso.
Si tuviéramos que trazar un mapa de lectura para Sudado, habría que marcar al menos tres caminos diferentes.
El primero de ellos, y tal vez el menos delineado del terreno, es la tragedia que se encierra en la trama: una semana después de la muerte de su padre, Alejo tiene que hacerse cargo de la constructora familiar y convertirse –de golpe y porrazo- en capataz de dos obreros: Ricky y Lalo. El objetivo es lograr que la empresa siga en marcha, superando las comparaciones, los olvidos y los imponderables que se dan en esta primera jornada de vuelta al trabajo.
El segundo camino se abre hacia la inclusión de la figura del inmigrante latinoamericano en el escenario nacional, fenómeno poco frecuente en la dramaturgia actual que emerge en Sudado casi como un reclamo de problemática pendiente a ser pensada. Lalo, obrero peruano que es pura sonrisa y acento cerrado, musicaliza la obra con buenas cumbias de su país, habla del Machu Picchu –aunque nunca haya estado ahí- y le recuerda al público la generosidad que, por lo general, caracteriza a la cocina del Perú.
La tercera vía por la que avanza el espectáculo es el atractivo hacer de sus personajes. Mientras el espectador está sentado en su silla, Ricky y Lalo trabajan para remodelar un restorán peruano del Abasto. Los martillazos, los cortes, la construcción en sí que acontece en la historia no se simula, sino que ocurre en vivo y en directo entre el polvo y la transpiración de quienes la llevan a cabo.
El texto de Sudado es el resultado de la combinación de los ingenios de Facundo Aquinos, Julián Cabrera, Belén Charpentier, Facundo Livio Mejías Paul Romero y Jorge Eiro, quien también dirige la obra.
La escenografía de Estefanía Bonessa y Paul Romero es un elemento fundamental y ecosistema novedoso del mundo que habitan estos tres hombres buenos que intentan adaptarse, como pueden, a un nuevo statu quo que no es, seguramente, el que hubieran elegido.
Sin dudas, ir a ver esta obra colectiva es una opción súper interesante para un sábado a la noche. No por nada el espectáculo está atravesando una nueva temporada, luego de haberse estrenado en el Beckett y pasado por El camarín de las musas.
Como la obra te deja con ganas de ir a bailar unas cumbias o, al menos, de escucharlas al mango por algún canal de youtube, debajo compartimos una de las canciones de su banda de sonido.
Dónde: Timbre 4. Boedo 640.
Cuándo: Sábados a las 21:00, hasta el 27/09.
Cuánto: 100,00 y 80,00 pesos.
Ficha técnico-artística
Actores: Facundo Aquinos, Julián Cabrera, Facundo Livio Mejías.
Vestuario: Paola Delgado.
Diseño de iluminación: Eduardo Pérez Winter y Adrián Grimozzi.
Escenografía: Estefanía Bonessa y Paul Romero.
Diseño gráfico: Isa Crosta y Sonia Basch.
Productora asociada: Rosario Alfaro.
Asistencia artística: Paul Romero.
Asistencia de dirección: Inés López Vicente.
Autoría: Facundo Aquinos, Julián Cabrera, Belén Charpentier, Jorge Eiro, Facundo Livio Mejías y Paul Romero.
Asesoramiento Dramatúrgico: Ignacio Bartolone.
Dirección: Jorge Eiro.
Fotos: María Sureda.
Reseña originalmente publicada en Revista Siamesa.