Spam, de Rafael Spregelburd (Teatro)


Por Mario Heano.

Suele ocurrir, en ocasiones, que después de asistir a una función no hay manera de explicar o describir lo visto. Se tiene la sensación de que uno debe compartir, hacer que todo el mundo asista a la obra. Pero cuando empieza uno a contar es imposible, lo que se diga es pura información inútil, un exceso que nada dice y que no tiene ningún sentido, puro spam. Y eso es lo que ocurre cuando se intenta dar cuenta de la experiencia de haber visto la última obra de Rafael Spregelburd que lleva por nombre Spam. Para decir qué es habría que decir todo lo que conforma la obra y eso solo puede lograrse yendo a verla. Porque decir que se trata de un profesor italiano que tiene que recuperar su memoria del último mes, o de las lenguas muertas de civilizaciones desconocidas o sobre el error al que conduce el amor o sobre el riesgo del spam, no dice nada de la obra.

El escenario mismo, en el momento en que se ingresa a la sala, está lleno de objetos que poco o nada adelantan de la obra. Y mucho menos cuando aparece alguien haciendo karaoke y a continuación un personaje en smoking con una máquina para limpiar las calles de las hojas del otoño. Tanta información, tanta carga de sentido hace que el espectador no pueda encontrar un momento de detención para organizar de alguna forma lo que está ocurriendo. No solo porque la organización de los hechos esté un poco dispuesta al azar, a la organización aleatoria del calendario que dará cuenta de las acciones vividas por el personaje, sino porque la proliferación de recursos apunta a que no haya posibilidad de encontrar esa unidad de sentido que signifique la obra. Y sin embargo, la obra es profundamente significativa e impactante. Más allá de que el el centro de atención son las aventuras de un académico aburrido, la forma, pone en evidencia el inmenso bombardeo de información al que se está expuesto constantemente y la formada capacidad que se tiene para recoger, de ese bombardeo, alguna posibilidad de experiencia. Poco importa si este profesor, lingüista, italiano representa un tipo de personalidad, sus aventuras son tan extrañas y tan reconocidas como las de cualquier película de James Bond. Lo que es importante en esta experiencia teatral son las múltiples maneras en que la información quiere e intenta imponerse, llegar a algún lugar para dar la sensación de vivencia. Pero lo que queda evidenciado es que la información, como dice Walter Benjamin, solo puede comunicar el puro en-sí de lo ocurrido y nunca transmitir la experiencia como tal. 

A pesar de que se trate de una obra de teatro, lo que menos aparece en escena es la representación de los hechos que conforman la historia. No estamos ante el drama del profesor, estamos ante él mismo relatando, narrando esos hechos y en ocasiones versionándolos. Y es en ese momento cuando aparece, nuevamente, la multiplicación, no en la cantidad de contenidos que se intenta transmitir, sino en las formas con las que se quiere hacer llegar la información. Entonces no será simplemente el relato oral, sino el dispositivo cinematográfico que literalmente recrea la realidad y al que uno como espectador está totalmente expuesto de manera indefensa. Porque a pesar de que veamos al actor, al camarógrafo y sepamos que no hay una locación real, cuando los hechos aparecen mediados por la cámara, en una pantalla, estamos viendo la realidad referida por el narrador, pero en imágenes creadas por la cámara. Pero no solo la cámara crea realidad, también el dato académico acompañado por las animaciones que harán de ese dato algo más didáctico. 

Todos estos intentos demostrarán lo lejos que estamos de poder comprender la experiencia del otro; y eso se hace más claro en el momento en que se intenta acceder al mensaje del otro por medio de la traducción. El proceso de traducción es lo que queda cuestionado y expuesto en la obra, por ejemplo cuando se intenta explicar un hecho por medio del teatro de sombras, traducción frustrada de una noticia. Todo intento de transmitir impone una codificación imposible de resolver completamente, porque la codificación tiene su base en la experiencia de quien la realiza y esa experiencia es intransmisible. Por eso la obra, con todos sus intentos de hacernos llegar una experiencia, parece decirnos que lo único que queda siempre de esta es el spam, el resto, lo que sobra, la basura que no solamente es material, también es virtual. Y que la búsqueda por encontrar siempre la forma de darle lugar a esa experiencia conduce al vacío, como la civilización que el profesor italiano estudia, una civilización que tuvo la lengua con el mayor léxico (tenía palabras para designar los espacios entre cosas, es decir, una lengua sin preposiciones, sin conceptos abstractos, totalmente material), pero que por intentar conservar y acrecentar su lengua descuida su defensa y es destruida. 

Es entonces el vacío lo que se deja ver al final de la obra, o no ver, el vacío no se puede contemplar, es, tal vez, la única experiencia que puede compartirse, la de la sensación de vacuidad que se deja ver en el deseo de uno de los personajes: que el calendario maya sea cierto y que el fin del mundo esté cerca. Todo lo que se pueda decir sobre esta obra es igual a su título, Spam, que es una manera de reconocer el horror al vacío. El spam es la forma en que se busca disimular ese vacío, es el intento de afirmar que todo tiene un uso, una utilidad, un sentido, una existencia, aunque todos sepamos que siempre es una estafa.


Toda la puesta en escena está potenciada por un impresionante dispositivo musical que realiza Zypce que merecería toda una reflexión aparte, pero hablar ahora de ella no sería más que generar más spam.

EL EXTRANJERO
Valentín Gómez 3378 (mapa)
Capital Federal - Buenos Aires - Argentina
Teléfonos: 4862-7400
Entrada: $ 120,00 / $ 70,00 - Jueves - 21:00 hs 
Entrada: $ 120,00 - Viernes - 21:00 hs 

Ficha técnico artística

Autoría: Rafael Spregelburd
Actúan: Rafael Spregelburd, Federico Zypce
Actuación en video: Laura Amalfi, Elisa Carricajo, Patricia Frencio, Pino Frencio, Manolo Muoio
Vestuario: Florencia Lista
Maquillaje: Georgina Serafini
Diseño de escenografía: Santiago Badillo
Diseño de luces: Santiago Badillo
Diseño sonoro: Federico Zypce
Video: Elisa Marras, Alejo Moguillansky, Alessandro Olla, Valentina Olla, Alejo Varisto
Música: Federico Zypce
Fotografía: Nicolás Levín
Asistencia general: Manuela Cherubini, Gabriel Guz
Prensa: Walter Duche, Alejandro Zarate
Producción: Cetc, Rafael Spregelburd, Federico Zypce
Dirección musical: Federico Zypce
Dirección: Rafael Spregelburd