Anemofilia, de Guillermo Romero von Zeschau (Poesía + fotos)

En el medio de esta era agnostozoica, todo el tiempo
nos vemos un poco obligados a desperdigar nuestras sobras
sobre una superficie densamente sedimentada,
delineada por temblores magistralmente publicitados,
ideados en torno a castillos enanos, suavemente punzantes,
pero de actividad inagotable e implacablemente etérea.
Sí, los vientos soplan, trayendo algunos placeres impensados
para algunos pelotones de árboles, toda una batalla
contra la puntualidad de algunas hormonas,
mezcladas con barro en un momento oportuno.
Entre, el viento está muy auspicioso hoy.
Tenga aquí presente el contrato,
sea bienvenido a estos cómodos sillones
donde el papel se arruga allí debajo, sin dañarle
los pantalones, mucho menos mojárselos,

aunque si eso ocurriera las manchas correrían
a cuenta de usted. El contrato
le permite a usted ingresar usando su nombre
y revisar el jardín cuando usted lo crea
necesario, sin ser molestado. Salvo en el jardín delantero,
esperar a ser anunciado no es un requisito para sentir
que los reptiles que invierten sus horas sobre techos oscuros
están siendo abusados por endemoniadas manchas solares.
Sí, la hidrofilia está condenada, lo dice el folleto, a
no sufrir cambios en sus condiciones. Nuestra política, aquí,
tras las puertas frontales, encuentra duplicaciones de material
sumamente interno, que usted, a lo sumo, disculpará por existir
en tal situación de aislamiento. Lo que escriben ahí
tras los bastidores... parece una anécdota de antorchas apagadas
que todavía es necesario cargar. (Vea los ejemplos: ciertos enfermos,
los poco alegres, se acercan al jardín delantero para pedir información,
y la obtienen, pero no se retiran tan contentos,
incluso prefieren acostarse en los rincones
especulando con nuestra torpeza, rezando
para que se nos caiga alguna credencial y huir
arrastrándose hacia el jardín con el plastificado tesoro.)

Fotos: Kalu Crulcich

Este de aquí es el jardín seguro, el que no filtra el frío
si considera que el mediodía se atraganta y vomita
sobre bandejas de plata sus rayos más venenosos.
Aquí el viento irrumpe por las ventanas, el oxígeno
se esconde y toma alguna posición. Algún elegido, bueno
para el puesto, en un viaje de autodescubrimiento, renunció
para el asombro imperceptible de ciertas sectas,
cuando le insertaron córneas nuevas
y asintió con una mueca de repulsión correctiva:
no hay que ingerir nada que imite mis ojos cerrados.
Pero no hay que temer: si el paisaje está demasiado blanco,
considérelo una emergencia en espera. Los árboles lacrimosos
arrojan sonrisas hacia las arenas proximales, para sentirse mejor
con su papel inalcanzable. ¿De verdad nuestros deseos
mantienen una sólida relación de amistad
con los estilos y los estigmas? Puede que sí,
si usted quiere encontrar esa respuesta. No,
pero digo, vea allí los perfiles, se conducen de puras formas
personales, aunque se enredan y se envuelven

alrededor de algunos postes. Muchas aves rapaces rondan
esas pequeñas alturas, y se alimentan de los insectos
trepadores, que son cada vez más minúsculos
y tienen menores valores proteicos. Mire: las páginas
subrayadas con colores son la prioridad de lectura.
Fíjese en las imágenes y dígame qué opina. Sí, un folleto
realmente exquisito. Aquí trabajaron paisajistas, tallados
por escuelas internacionales. Ahora cerraron todas,
pero quedan los paisajistas retirados: hicieron su fortuna,
lograron grandes cosas, luego se fueron y uno
se queda preguntando cómo es que lo hicieron. Las turistas
siempre me informan, cuando sudamos en confianza, cómo
buscar y encontrar alguna invitación. El folleto y las vacaciones
se fabrican en las mismas instalaciones, para no molestar
con el ruido infernal de maquinarias a nuestras mascotas,
las más ariscas, las que no podemos tener en el living,
pero sí encariñarnos con ellas en el patio de atrás.

Fotos: Kalu Crulcich
¿Ve el paisaje? Los árboles son opacos, sí,
pero la luz de nuestro monitor los hace increíbles,
y podemos acercarnos a ellos y salir volando hacia el cielo
y luego encastrar los cuadros, de modo que regresamos
y el diseño nos lame una oreja. Hay poca humedad en la pantalla,
aunque todavía el mejor paisaje promete dejarnos sin respiración.
No lo hará, obviamente, pero nos dejará un mal aliento, 
que no será problema maquillar con otros aromas esenciales.
Las mariposas gigantes multiplicarán sus huevos en nuestra boca,
las eclosiones serán peludas, el color será intensivo, inspirador
para las hormigas que transportan sobre sus lomos desnudos
pinceles de pelo de lobo. Quizás deberemos confiar un poco
en las plantas transformadoras, aunque el humo desnivele
nuestros nombres en la lista del jefe.
La competencia será algo especial,
pero nuestra experiencia en simulaciones
ayudará al señor cliente a recuperar las calorías que había perdido en algún momento de la infancia. Los panes quedarán atascados tan solo en el estómago, enseñándonos a no poner esperanzas en el encuentro con la lima sagrada que logre roer los indestructibles barrotes de los gráficos.
Si usted prefiere, podemos esperar sentados,
con los cabellos ofrendados al viento del Norte,
embelesados con la inútil renovación de las nubes,
aguardando por si viene nuestro cuidador
y nos cuenta aquí, en el jardín delantero,
qué ocurrirá con las grasas que levitan en lo alto
y con los organismos que se reproducen aquí abajo
bajo esta espesa sombra inquebrantable.

Fotos: Kalu Crulcich

Un poco sobre Guillermo Romero von Zeschau
Nació en Empedrado, en la provincia de Corrientes. Tiene escritas cuatro obras de poesía: Portátil (2010, publicada en 2013 por Alción), Circunvoluciones (2010), Hielo tendido (2011) y Mascotas y vegetales (2012). Ha traducido además numerosas obras del alemán y del inglés de autores como Novalis, Heinrich Heine, Gottfried Benn (actualmente en imprenta), Hart Crane, Frank O'Hara, John Ashbery, Ezra Pound, Louis Zukofsky, W.H. Auden y Alfred Lord Tennyson. Cursó estudios en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.


Fotos: Kalu Crulcich