Por Ariana Pérez Artaso.
La literatura intimista ha sido visitada por diferentes escritores a lo largo de la historia de la literatura, desde las confesiones epistolares, hasta las novelas psicológicas nos permiten ingresar en el terreno subjetivo del otro. Y eso siempre es una tentación. En esta misma línea, la primera novela de Florencia del Campo nos invita a adentrarnos en el universo de Frida, una estudiante de cine que intenta -psicoanálisis mediante- sobrellevar, entender, procesar y aceptar los avatares de la vida, el amor y las tomas de decisiones.
Consciente del público lector al que se dirige -la práctica psicoanalítica es muy común en Argentina-, la escritora construye un universo en el que la discursividad ocupa el primer lugar, y nos atrapa en esa telaraña de palabras.
Revista Lucarna: ¿Cuánto de autobigráfico hay en Novela roja? ¿Creés que la referencia personal (explícita o no, consciente o no) es inevitable a la hora de escribir?
Florencia del Campo: Sí, hay algo de referencial en Novela roja y sí, creo que es algo inevitable a la hora de escribir. Partiendo de la base de que la idea de la novela me surgió mucho más a partir de una forma que de una trama. Esa forma que pensé fue la de un gran diálogo, pero luego precisé en algo que si no hubiera formado parte de mi vida por muchos años, no habría aparecido: que ese diálogo fuera una sumatoria de sesiones de psicoanálisis y que entonces los dos personajes de la novela fueran paciente y psicoanalista. Y creo que esta idea final me surgió por haber estado yo en esa situación de relato, de enunciación, de ficción incluso, durante años (me psicoanalicé más de cinco). Luego, los pesares, los malestares, el personaje de Frida… sí, todo tiene que ver con una experiencia. No tanto las anécdotas en sí mismas, sino un modo (enfermo y normal a la vez) de sentir, de estar, de pasarla mal, de arruinarlo… todo eso más que inevitable es justamente la razón de ser de la escritura de esta novela y fue arrastrado de la experiencia real a la ficción. Pero no podría haber sido de otra manera: uno escribe desde la incomodidad, el dolor, el cuestionamiento: esa es la materia prima que luego hay que manipular para crear ficción y entonces ya queda convertida en otra cosa.
RL: ¿Cuánto tiempo te llevó escribir la novela? ¿Te costó publicarla –desde la decisión de sacarla de tu Pc hasta conseguir editorial-?
FDC: Tiempo de escritura: menos de un año; algunos meses del año 2011. Te diría que la segunda mitad de ese año, para precisar un poco más. A principios de 2012 comencé a enviarla a las editoriales. Y para mayo de 2012 ya había recibido más de una propuesta de publicación (sin contar las editoriales que me propusieron publicarla pero cobrándome un precio por los servicios editoriales, cosa que yo no acepté). Cerré trato con la primera que me escribió y me dio sus razones de por qué la quería (y además porque esa me tentaba por otras cuestiones un tanto subjetivas).
RL: Historias de psicoanalistas y psicoanalizados hay muchas -¡muchísimas!- y en diferentes formatos –cine, tele y teatro también-, y aún así, siguen gustando y atrayendo al público, y en muchos casos, logrando cierto éxito. ¿Por qué pensás que se da este fenómeno?
FDC: Por un lado, no creo que funcionara en todas partes. Me parece que nuestra ciudad –Buenos Aires- en particular es muy propicia para el fenómeno. La práctica del psicoanálisis en esta ciudad es corriente, eso no lo he observado en ninguna otra parte del mundo. Por otro lado, creo que todo discurso intimista atrae. Y este más, porque se da a través de una práctica que nos es totalmente cercana y real, y que per se es narración y relato. Entonces esto es como una metanarración: la narración de una narración que todos o cualquiera de nosotros podría hacer o hace, incluso, en su espacio de terapia. Y lo mantiene vigente el hecho de que la práctica siga estando, precisamente, tan vigente en nuestra sociedad y tan asociada a lo intelectual e insertada en ambientes de circulación del pensamiento y la crítica.
RL: ¿Tenés alguna película, libro u obra preferida que tenga al psicoanálisis como centro o contexto?
FDC: Sí, mi libro preferido con mucha dosis de psicoanálisis y Freud es La conciencia de Zeno, de Italo Svevo. Y si de pelis se trata, se me vienen a la cabeza muchas de Woody Allen (director que me encanta), pero puntualmente Otra mujer, que no es una comedia, y que se trata de una mujer que a través de una pared escucha las sesiones de psicoanálisis de otra mujer. Está lo confesional puesto ahí y cómo ese relato deviene en material para que la oyente se replantee su propia vida. Además, me recuerda un poco a mí en mi faceta de oyente-oculta: mi madre era psicoanalista y yo, de niña, me ponía al otro lado de la puerta a ver si escuchaba algo. Sabía que no debía hacerlo, que si mi mamá se enteraba se enojaría y además sabía que no estaba bien; entendía perfectamente que esa persona estaba hablando de algo privado y no a mí, pero por eso era tan atractivo. Lamentablemente, el ambiente era muy grande y no me llegaban los relatos como a la protagonista de la peli de Allen.
RL: Una frase que me encantó de Fragmentos del primer año y que me dejó pensando fue la que se dice Frida a sí misma: “Estar vivo es que alguien registre tu existencia”… ¿Estás de acuerdo con ella?
FDC: Es difícil… Pienso que puede haber muchas formas de existir y estar en este mundo. A medida de que fui adquiriendo años y perdiendo algo de nihilismo, empecé a estar muy de acuerdo con esa frase, porque empecé a sospechar que la soledad y el aislamiento pueden ser muy poco vitales. Sí, creo que algo del otro en la vida de uno se tiene que activar para uno sentirse vivo en el sentido que Frida lo dice. Pero de una manera sana, si no, por más otro y registro de existencia que haya, no va a funcionar bien eso de estar vivo.
RL: ¿Por qué elegiste terminar el libro con el inicio de una nueva historia?
FDC: Nunca lo pensé como el inicio de otra historia, sino como mostrar que siempre hubo otra. Que siempre hay historias paralelas. Mientras vivimos nuestra historia, se transcurren las demás (millones) de las cuales tal vez algunas tengan que ver con nosotros y nos tengan de personajes aunque ni lo sospechemos y no nos importe tampoco.
Para mí no es una nueva historia eso que asoma al final de la novela, sino más bien otra que estaba ahí, pero que había quedado por fuera del marco de la narración y que al final aparece como diciendo: “ah, por cierto, además de todo esto que te tragaste en 200 páginas, también hay algo de esto otro”, pero es otra historia… otra voz, otro relato, otro personaje.
RL: Tu libro tiene una impronta muy femenina, ¿cuál fue el feedback que obtuviste de los lectores varones?
FDC: Por suerte, nunca una queja. Sí, reconocen y ven esa evidente impronta femenina, y creo que gusta o por lo menos no molesta. Más de un lector masculino me ha dicho que no puede empatizar con ella y me parece normal. Sin embargo, la pudieron disfrutar desde ese lugar de la molestia.
RL: ¿Qué le dirías a alguien que está por empezar a leer tu Novela roja?
FDC: Uy, qué difícil… nada. Que nada. Que nade en el texto. Yo solté la novela; desde entonces no pude nunca decirle algo a un lector excepto como respuesta a una devolución de lectura -cosa que agradezco mucho- pero nunca antes.
RL: ¿Y alguien que está a punto de terminarla?
FDC: Que ojalá no esté llegando al final con demasiado esfuerzo…
RL: ¿Cómo fue el proceso de construcción de Frida y Verónica –personajes centrales de la novela-?
FDC: Siempre que construyo un personaje lo construyo a partir de su voz. Para mí eso es lo más importante y lo que mejor me funciona, pero no sólo como escritora, sino también como lectora. Las veces que no me creí a un personaje fueron porque consideré que fallaba en la construcción de su voz.
La voz es lo que le da la identidad, sobre todo en este tipo de personajes que se definen mucho más por lo que dicen que por lo que hacen (de hecho, Frida hace lo que dice que hace). Entonces, lo que me ocupaba y preocupaba era crearles una voz potente y propia, muy separadas una de la otra, de modo de que no pudieran confundirse. Lo que Verónica es capaz de decir Frida no. Precisamente esta relación tiene mucho que ver con eso: con que sus lenguajes son complementarios, si se pegotearan, algo estaría muy mal construido.
La voz de la psicoanalista (Verónica) la robé un poco de mis recuerdos en terapia. No podría haber construido esa voz si no hubiera sido porque la escuché por años (no esa precisamente, sino ese tipo de discursos e intervenciones). La voz de Frida es la voz de la neurosis, esa es más fácil, la literatura está llena de personajes explícitamente neuróticos como Frida.
RL: ¿Cómo fue desprenderte de ellas?
FDC: Liberador. Aliviante. Había algo del discurso de Frida, sobre todo, que me resonaba constantemente y me agotaba. Los modos de retrucar de Verónica, lo mismo, aunque en menor medida. Me desprendí de los personajes más cuando la novela se publicó que cuando terminé de escribirla. Como si la culminación hubiera estado en la posibilidad de que las voces se fueran a otros (los lectores).
RL: Si la palabra hablada puede sanar, aliviar o ayudar a encontrar sentidos a lo que sentimos y nos rodea (como vemos que le pasa a Frida), ¿cuál es para vos el efecto de la palabra escrita?
FDC: Para mí es muy importante la palabra escrita y supongo que por eso escribo, y no al revés. Claro que la palabra escrita me ha resultado sanadora y aliviante en muchas ocasiones, y por supuesto no estoy hablando tanto de la propia sino mucho más de la ajena. Los libros son la posibilidad de habitar un mundo a pesar del real.
RL: ¿Qué libro estás leyendo ahora?
FDC: Ahora me agarrás con El lobo estepario entre manos. Volví a los clásicos y dejé las novedades españolas que estuve leyendo últimamente. Creo que me voy a quedar por aquí (con Hesse y algunos otros) un par de meses, con lecturas por primera vez e incluso con relecturas. Últimamente tengo mucho interés en ver pelis que ya vi y en releer. Creo que en parte es por resignación. Hace un par de años me atormentaba todo lo que yo deseaba leer de lo que se publicaba porque se chocaba con la sensata certeza de saber que nunca iba a lograrlo. Ahora es como que opto directamente por volver a ver lo que vi para observarlo de otra manera. Pero es otra etapa más, pasajera como todas en mí, y entonces volveré a desesperarme, y así…
RL: ¿Estás con algún proyecto nuevo que nos puedas adelantar?
FDC: Ya que se trata de adelantar, adelanto mis próximos libros, que están por salir: Rupturas y riñas, por editorial Malas Palabras Buks, en Buenos Aires (es un libro que contiene dos nouvelles, escritas una antes y otra después de Novela roja); y A los saltos y ¿Y si no entro en este libro?, por Libre Albedrío, en España (dos libros álbum infantiles, de los cuales soy autora únicamente de los textos). Proyectos a futuro: otro libro álbum, pero para adultos; y sentarme a darle forma a algunas ideas de novela que tengo, a ver qué sale.
Detalle
Título: Novela roja.
Autor: Florencia del Campo.
Editorial: Tren en movimiento.
Páginas: 200.
ISBN: NOISBNTM004.
Año: 2013.