Por Flor Lindenboim.
Multifacético, prolífico y detallista, el joven Ignacio Sánchez Mestre -autor y director de Lunes abierto (pieza que ya va por su segunda temporada)- nos cuenta acerca de su obra, su recorrido por el terreno teatral y su manera de encarar la creación.
En su cuarta obra como autor y director, ya se puede entrever una matriz que navega entre lo lúdico y lo fantástico, delineando y sellando el periplo de este joven sanjuanino que llegó para quedarse y sacudir la escena local.
Es que además de escribir y dirigir teatro, Ignacio reparte su tiempo entre actuar y dictar clases de teatro, y hasta ha incursionado en el espacio cinematográfico y televisivo, donde junto a su amigo y colega Martín Piroyansky comparte guión y dirección de Tiempo Libre, la serie web que retrata un reality-show de un actor desocupado. Actualmente además es colaborador autoral en la serie de TV Guapas. Te invitamos a conocerlo más de cerca en esta entrevista.
Ignacio Sánchez Mestre: Me cuesta saber qué quiero hacer. Me gusta mucho actuar. También dar clases. Escribir me encanta. Dirigir también… En realidad, hay años que estoy más para la escritura… otros más para actuación; va cambiando.
Ese fluir constante entre todas las aristas del espacio ficcional es sin dudas algo que oxigena su escena, y ofrece ese aire renovado de juego infinito que se expande en apariencia sin esfuerzo (aire y oxígeno que seguramente tengan en su trampolín de origen los pasos en su formación y ejercicio docente bajo el ala de Nora Moseinco).
RL: ¿Qué te estimula a la hora de empezar a escribir?
ISM: Desde la experiencia con el cortometraje [Una parte, seleccionado para el 15 BAFICI 2013] empecé a descubrir algo relacionado con lo fantástico. Me atrae mucho la idea de que haya una gran libertad. Eso de que todo pueda suceder. Lo que vemos quizás sea algo que pas, o tal vez que alguien soñó; no lo sabemos. Lo que disfruto enormemente es sentarme a intentar explorar y escribir algo que me es propio.
Y en verdad poco importa identificar esa distinción. Sánchez Mestre se encarga de crear un estado de sensaciones, una especie de velo hipnótico donde bien puede haber una peluquería y una historia detectivesca, una historia de amor y una subliminal obsesión por la fonética de las palabras (que tanto nos recuerda a la obra de Rafael Spregelburd). Cosas que parecen de mundos incongruentes pero que por algún motivo encontrarán ese punto de unión, ese cause común.
ISM: Fue una combinación de factores. Por un lado, venía viendo trabajar a Martín [Piroyanksy] y me dieron ganas de hacer algo para él, de escribir algo para que él lo actuara. Apareció de pronto la idea de la peluquería. No sé bien por qué, no es un mundo que me resulte cercano ni nada en particular. Y surgió la idea del paso del tiempo de otra manera. Entonces, su personaje, Leónidas, lo escribí estrictamente pensando en él. Había algo de conocerlo tanto que me ayudó en la escritura, está escrito para él. Después, qué sé yo, me gustaba mucho la idea de que transcurriera en un negocio. Quería contraponer un ámbito más realista con esa idea más tirando a lo fantástico, donde todo es posible.
Para esta superposición -llevada exitosamente al extremo- el director se nutre y apoya en otro aspecto sustancial que completa la escena: su equipo técnico. El espacio (casi un personaje más) fue brillante y acertadamente diseñado esta vez no por alguien netamente del mundillo teatral, si no por el arquitecto Martín Huberman; posteriormente la escenografía fue realizada por Ariel Vaccaro, fenomenal escenógrafo de una larguísima y destacada trayectoria.
RL: ¿Cómo construyeron el universo de la obra?
ISM: Me junté muchas veces con Huberman. Yo quería encarar algo más desde lo visual y salirme de lo realista. Primero le envié la obra para que la leyera. ‘Estoy yéndome de vacaciones. Mandámela en enero’ me dijo. Yo ya daba por descartada esta posibilidad, creí que no iba a poder ser. Pero al poco tiempo me llegó su respuesta ‘Me re-gustó’ me dijo, y empezamos a trabajar. Primero sugirió un idea de perfil, de las dos escenas en simultáneo [presente y pasado]. Trabajamos mucho hasta encontrar.
Yo tenía una idea de los cuerpos recortados, me gustaba pensar que eso lo hacía más cinematográfico; (…) después Agustin Scalise [asistente de dirección] sugirió probar como un lenguaje más formal, llevar todo a una película antigua, y empezamos a transformar esa escena en un recorte de una película, como si esa película fuera también un recuerdo. Martín [Huberman] me propuso desde el inicio trabajar con el espejo, como si en el espejo estuviera la clave de la obra, entonces entre los dos llegamos un poco a entender de qué manera mostrar el pasado. Si en el presente a través del espejo se ve el público, ver de qué manera hacíamos para que en el pasado eso no ocurriera, por eso decidimos sacar el espejo y llegamos al dispositivo que quedó.
La idea es que en el presente la gente se puede reflejar y en el pasado no. No hay testigos. Solamente es la visión de ella.
Y es aquí donde aparece contundente la poética distintiva de esta singular ficción, y de este autor particular. Esas escenas almodovarianas, de cuerpos partidos, de actuaciones de ensoñación con los muy acertados Juan Manuel Castiglione y Pía Patruno. Ese misterio que se nos presenta, efímero y vibrante, como un sueño. Hay una cierta idea planteada en el espacio en la que, como señala el director, cuando el tiempo es presente podemos vernos reflejados; en cambio, ese otro ámbito del recuerdo nos es vedado. Y queda ceñido exclusivamente a lo que queremos o creemos retomar de él.
Es en esta idea de reverso, de espiar a través de una cerradura, donde emerge el encantamiento pleno que nos seduce como a Alicia hacia ese otro lado del tiempo. Y surge aquel mágico juego que nos gusta llamar teatro. Lunes abierto vuelve a ser una bocanada fresca de esa magia.
Dónde: Beckett teatro. Guardia Vieja 3556.
Cuándo: Sábado 21:00.
Cuánto: 120 y 90 Pesos.
Ficha técnico artística
Dramaturgia: Ignacio Sánchez Mestre.
Actúan: Juan Manuel Castiglione, Pía Patruno, Martín Piroyansky, Monica Raiola, Emma Rivera.
Vestuario: Mariel Fernández.
Iluminación: Brenda Bianco.
Diseño de espacio: Estudio Normal.
Realización de escenografia: Ariel Vaccaro.
Fotografía: Ignacio Coló.
Diseño gráfico: Max Rompo.
Asistencia de dirección: Agustin Scalise.
Producción: María La Greca.
Dirección: Ignacio Sánchez Mestre.