Segunda entrega: Crónicas del 16 BAFICI



Por Soledad Castro.

¡Hay una máquina del tiempo en Buenos Aires!


Una de las cosas más lindas del festival es la cantidad de gente que asiste a las salas. Creo que es el único lugar donde nunca me molestan las colas ni las acumulaciones de ansiedad colectiva: cuanto más lleno, mejor. Nos encontramos con desconocidos, sonreímos, criticamos, comentamos; escuchamos los abucheos, las risas y aplausos que vuelven única cada función demostrando una y mil veces que nunca es lo mismo ver una proyección en tu casa que en el cine. Debo confesar que la poquísima presencia de pochoclo en la sala colabora con mi agrado generalizado, pero también es cierto que ni el más fuerte crunch crunch del mundo podrá alejarme jamás de la caja negra. Ningún cinéfilo que merezca mi respeto deja de ir al cine (ta, lo dije).  

Salvando algunos desperfectos técnicos que suelen arreglarse con bastante velocidad, las proyecciones están bastante bien. Sobre todo cuando se trata de cine originalmente digital, porque los transfer de 35 mm a DCP parecen un poco oscuros y lavados. Uno nunca sabe si es un tema de proyección o de mera copia festivalera, pero da pena. Igual también es un poco quejarse de lleno porque hablamos de películas que llegan gracias al festival y sin él no sería posible verlas en el cine.

Double Play: James Benning and Richard Linklater, de Gabe Klinger


Dos directores estadounidenses se encuentran para compartir su trabajo y discutir sobre cine. Aunque con una mirada personal y bastante diferenciada e independiente, Linklater se dedica al cine narrativo: hablamos del director de Dazed and Confused, Scanner Darkly, Tape, Escuela de Rock o la trilogía Antes del amanecer, del atardecer y el anochecer, entre muchas otras. En cambio James Benning (director completamente desconocido hasta hoy para esta humilde cinéfila) trabaja en una mirada muchísimo más experimental, filmando en película de 16mm, grabando sonido, revelando y montando en solitario. Sus películas tienen nombres como 13 lakes o Ten skies y consisten en trece y diez tomas de la naturaleza, montadas con un método particular relacionado con vectores de movimiento, de tiempo, de color y de velocidad. 

El documental sostiene su eje en el encuentro y los muestra juntos en diversos espacios: juegan al baseball o al tenis, pasean por la productora de Linklater, charlan en un deck de madera bajo el cielo azul. Es interesante la diferencia entre los dos personajes: uno ermitaño, callado, veterano; el otro más canchero y cool, con una línea de laburo independiente pero mucho más convencional. Las conversaciones oscilan entre el deporte, las vidas personales, la filosofía y el cine con mucha naturalidad y sin ningún conflicto ni entre ellos ni con la cámara: todo son rosas. Eso resulta un poco aburrido y otorga al material un aspecto algo televisivo y poco autoconsciente, alejándolo de la categoría de un retrato valiente o incisivo.

De todas maneras la película es disfrutable desde el punto de vista didáctico. Como contrapunto para el encuentro presente, el director utiliza material de archivo de las películas a las que los directores se refieren, una especie de master class que Benning brinda en Austin presentado por Linklater, algunas fotografías y escenas inéditas. El momento más estimulante se desarrolla en la sala de montaje de Boyhood, la última película de Linklater filmada durante diez años con los mismos actores, que reflexiona sobre el paso del tiempo, el crecimiento y la madurez (que además se estrenó hace poco en la Berlinale y parece que es una bomba). El tiempo es el tema que obsesiona a ambos realizadores y el punto álgido de la discusión, en una conversación que deja entrever de forma algo más cristalina opiniones más radicales acerca del lenguaje cinematográfico. No salimos particularmente entusiasmados, pero conocimos un nombre nuevo del cine experimental y nos vimos una linda película para cinéfilos y estudiantes de cine.  Es bastante.

Good Ol´Freda, de Ryan White

Beatlemaníacos del mundo: vean este documental. A ver, véanlo ya: viajen desde donde estén, bájenselo de internet, ¡hagan algo pero véanlo! 

Resulta que back in the sixties, cuando los cuatro genios de Liverpool todavía tocaban en The Cavern, una muchachita de 17 años llamada Frida Kelly empezó a ir a verlos con asiduidad, se metió en el camarino y se hizo amiga de la banda. Estudiaba secretaría en una escuela de Liverpool, entonces un buen día Brian Epstein le ofreció el trabajo más soñado al que pudiera aspirar una chica de por allí: ser la secretaria de los Beatles en NEMS, la empresa disquera que regía su padre. Frida Kelly era quien respondía los correos de las miles de fans de Los Beatles, los hacía firmar todos los autógrafos, era el nexo entre ellos y sus familias cuando estaban de gira, les reservaba los hoteles, era su amiga personal. Era también la presidenta de su club de fans, quien recogía sus mechones de cabello de la peluquería, enseñaba a sus madres a contestar cartas y escribía los editoriales de los “Beatles monthly”, unas revistitas mensuales para fans con noticias sobre cada uno de los Beatles. 

Y resulta que esta señora fue durante cuarenta años recontra mil perfil bajo y recién ahora estuvo dispuesta a contar su historia, con una lealtad y un respeto por la banda realmente entrañables. Marcada por un sentido muy fuerte de honor y pertenencia, no sale una palabra malintencionada de su boca: más bien asistimos a un retrato profundamente humano de una mujer contando sus aventuras de juventud para dejarlas como legado a sus nietos. Y además está la historia de los Beatles, ¿no? Las fotos, los videos, las canciones: ese recóndito mundo de recuerdos de un tiempo que los buenos rockeros jamás nos cansaremos de volver a vivenciar. 

La cuestión es que la mina es una hermosa total, fresca, tierna, inteligente: uno no puede parar de escucharla. Acá sí que el retrato es incisivo, porque la cámara y el realizador logran la suficiente intimidad como para lograr que una historia pase de ser particular a dejar un mensaje universal sobre la amistad, el paso del tiempo y sobre todo la manera en que el valor de la fama o la fortuna es incapaz de reemplazar la tranquilidad de mantener los principios a lo largo de la vida. Una joyita simple y bien realizada para que los fans disfrutemos al mango y lloremos al final.

Día de documentales en nuestro Bafici. Retratos, personajes, miradas, reflexiones sobre el tiempo. ¿Es que acaso puede ser otra cosa la esencia de cualquier cine?