Las rosas en el Jardín de Zula, de Talita Braga, Zula Cia de Teatro, Cida Falabella (Teatro)


Por Mario Henao.

La realidad es imposible. La realidad es una convención, y no hay lugar donde se compruebe eso de forma más evidente que en una sala de teatro, a pesar de que sea el arte en donde más realidad efectiva aparece, pues son personas reales, en un espacio y tiempo reales que hacen cosas con objetos reales. Pero sucede que el teatro es también el arte que está más sometido a la convención, es en el teatro donde desde un comienzo se traza una línea clara que divide la realidad (los espectadores) de la ficción (lo que ocurre en escena). Por más que los directores y dramaturgos hagan intentos por llevar la realidad a escena, el espectador pocas veces se somete al efecto de ilusión, no, por lo menos, como en el cine, que logró despojar al teatro de ese efecto de realidad. Sin embargo, eso ha logrado que el teatro ya no busque representar la realidad (cosa imposible, también en el cine), ni siquiera presentarla, sino reconocer que no es posible ponerla en escena.

Es tal vez esa la razón por la que cada vez se instala más en los escenarios lo que se ha llamado teatro documental. Por un lado, el intento de hacer con el teatro un trabajo más directo con la realidad y por otro, aumentar el convencionalismo de la realidad, ya no imitando las formas en que la realidad se desarrolla (es decir, ya no con el realismo como forma), sino introduciendo en la ficción la realidad, para que esta vuelva a ser una ficción. Un ejemplo de esto es Las rosas en el Jardín de Zula, obra clasificada por la misma compañía teatral que la realiza, Zula cia de teatro, como de teatro documental. La intención es utilizar la historia de una mujer que decide dejar a sus hijos para convertirse en prostituta y dedicarse a una vida totalmente ajena a la tradicional. Esa mujer, además, es la madre de una de las integrantes de la compañía. Parece que esto es suficiente para hablar de documental, una historia verídica, comprobable, y un compromiso personal por parte de quien realiza la obra, es decir, se pone en escena algo que realmente genera un conflicto en el actor-personaje.

No obstante, lo que esta obra pone en cuestión no es tanto la posibilidad de poder hacer documental con el teatro, sino de si es suficiente con revelar que se trata de una historia real y cercana para convertir lo que pasa en el escenario en un documento que invoca la realidad. Porque desde el momento en que la actriz-personaje aparece en el centro del escenario donde hace una especie de prólogo todo empieza a estructurarse en el marco de la ficción. Su madre aparece como un personaje real en la medida que es construido en el escenario, es decir, no más real que cualquier personaje de una obra de teatro convencional. De hecho, de lo que se trata en la obra es de darle una existencia dramática a esa madre. Por lo tanto, Las rosas en el jardín de Zula más que remitir a la realidad, hacen lo contrario, nos presentan una dramatización de la historia de una mujer. A pesar de que en muchas ocasiones se haga uso de objetos que fueron de la madre o de la abuela y se oiga la voz del personaje documentado, en todo momento lo que ocurre en escena es la ficcionalización de una historia, no vemos a la madre real, vemos a dos actrices que interpretan a la madre. Ese intento de recuperar lo real, de llevarlo al escenario se ve frustrado siempre. Incluso cuando se hacen detenciones para relatar el proceso creativo de la obra y se vuelve a intentar instalar lo espontáneo de la realidad, rápidamente se evidencia que eso ha sido ensayado, vuelve lo convencional y se incorpora a la ficción que estamos asistiendo.

Y es así porque no es suficiente con tomar como punto de partida una historia de vida, pues en ese caso todas las obras de teatro serían documentales. Y tampoco es suficiente con que esa historia de vida sea propia, porque no es en lo verídico de la experiencia ni del sentimiento donde se descubre lo real, sino que, volviendo al inicio, es en la forma, en la convencionalidad de la realidad donde puede indicarse un rastro de ella. El actor que representa un papel también experimenta un sentimiento real, aunque la historia que represente no le sea propia. Por eso los artículos expuestos como verdaderos, aquellos que tratan de ser índices de la existencia y experiencia de la madre de la actriz-protagonista, no logran adquirir esa cualidad evocadora o sagrada, porque son objetos que podrían ser de utilería y nada cambiarían a la situación dramática. La realidad tampoco está en que los objetos hayan sido efectivamente utilizados por el personaje aludido. Entonces, la realidad queda totalmente fuera de este documental, como tal vez de todos, porque todo intento de hacerse con la experiencia está destinado a la narración, a la representación, a la imagen, y queda, así, convertido en una ficción, en una historia narrada o vista. 

Lo que hace al documental un género diferente al de la ficción no es que el documental sí sea verdadero, sino que procede de una manera diversa, una manera en la que se busca que sean los objetos los que hablen, que sean los sujetos los que se expongan, que trata de no proceder por medio de un artificio. Esto produce una forma de contar algo como si fuera real, lo que significa que cualquier historia, también ficticia, puede ser un documental. Queda la pregunta, entonces, de ¿cuál es la diferencia entre el documental y la ficción? Tal vez más que buscar que sea la realidad la que aparezca en escena, habría que reconocer que en el teatro lo real es que toda función es una creación de realidad, porque siempre es espontánea.

Ficha técnico-artística:

Idea Original: Talita Braga
Realización: Zula Compañía de Teatro
Coordinación de Producción: Talita Braga
Producción Ejecutiva Brasil: Andréia Quaresma
Dirección: Cida Falabella
Asistencia de Dirección: Cristiano Araújo
Interpretes: Andréia Quaresma y Talita Braga
Dramaturgia: Zula Cia de Teatro y Cida Falabella
Iluminación: Cristiano Araújo
Preparación Corporal: Sergio Penna
Escenografía y Vestuario: Eduardo Félix
Creación de audiovisual y videos promocionales: André Veloso
Banda Sonora: Zula Cia de Teatro y Constantina
Fotografía Material Gráfico: André Velos0
Programación Visual: Anderson Guerra
Producción Ejecutiva Buenos Aires: Anita Lüscher
Género: Teatro Documental