La prueba de lo contrario de Olivier Chiacchiari (Teatro)


Por Damián Lamanna Guiñazú.

Hace ya varios años, en una lectura atípica en la Facultad de Filosofía y Letras, escuché a un sujeto muy extraño leer algunos fragmentos de un texto-poemario-máquinadelimarcabezas llamado El cam del alch. Si bien desde ese día nunca volví a esas páginas en la soledad o el transporte público de la lectura silenciosa y tampoco supe el nombre del autor hasta mucho tiempo después, recuerdo que llegué a mi casa  fascinado y perplejo. El poema (al parecer) consistía en un procedimiento lógico a partir del cual algunos objetos indefinidos -puro nombre propio o, llanamente, material significante- se iban exasperando hasta la incomprensión. Periódicamente, una voz -bastante clara y ajena, por cierto- interrumpía esa progresión imposible de seguir con el mismo estribillo: “se dan cuenta del desastre de todo esto”. La entropía, la sobreimpregnación de imágenes que al final nos dejan muy solos, la política cuando toca levantar la cabeza para ver los mal-llamados agarrones en el área. 

Tiempo después y otra vez por casualidad volví a escuchar al mismo autor en una lectura en la Unidad 31 de la cárcel de Ezeiza. Esta vez, Pablo Kadchadjian (Martín Fierro ordenado alfabéticamente y El aleph engordado, entre otros) leyó algunos capítulos de un libro titulado Qué hacer. La idea del texto, dos colegas de una Universidad se desplazan en tiempo y espacio mediante un procedimiento de montaje que podría ser una máquina del tiempo o un índice o un delirio surrealista, da lo mismo: estamos acá, pero los acontecimientos son una potencia que siempre podría resultar de otra manera y para eso tenemos a la literatura. En esta búsqueda se inscribe La prueba de lo contrario, obra de Olivier Chiacchiari que dirige Melina Mercow en El Camarín de las Musas. De nuevo, el lenguaje pretende ser una herramienta más real que aquello que se cuenta.


La obra se organiza a partir de una puesta en escena muy sencilla y un orden narrativo engañoso. Son las 20 hs, estamos en un pueblo alejado y un hombre –denominado “el sujeto”- está tranquilo en su casa (una estructura móvil), en principio ubicada al fondo a la izquierda del escenario. Sorpresivamente, irrumpe en esta calma algo así como un grupo de tareas encapuchado y encañona al sujeto buscando a su vecino, un tal Teo. La escena se corta y de allí surgen otras nueve posibilidades (diez secuencias “lógicas” en total) para la misma historia cambiando la ubicación de la casa pero siempre con la presencia del nombre Teo, ese cuadro vacío que va modificando la estructura como esos rompecabezas del conejito Nesquik de la década del 90 que se iban armando desde una pieza que faltaba. De un lado, el grupo de tareas, del otro, la resistencia que empieza a formarse. En el medio del escenario, el corazón, las voces que nunca se atenúan y le van dando forma a una intriga de romances, gestos de amor  y tramas secretas entre los vecinos de un infierno pueblo chico: la paranoia que arrasa el entendimiento o la vida íntima que subyace a la violencia pública.

Como en Desplazamientos, relato de Mario Levrero que avanza mediante interrupciones que se van bifurcando, en La prueba de lo contrario la experiencia es puramente verbal. Aunque la escena, según el narrador, siempre vuelve a la misma hora y cada cuadro se plantea como una hipótesis en grado 0 de los hechos, las elucubraciones de todos los vecinos en cada cuadro se van acumulando en la cabeza (y el presente) del protagonista hasta llevarlo de la desesperación a la angustia, la imposibilidad constitutiva de la historia. 


“El testimonio es mi única certeza” exclama una de las vecinas al tiempo que suelta su lamento. Mientras tanto, es imposible obviar el ruido del agua que corre intensa por las cañerías que bordean la sala y desencadena ese viaje hacia el interior del cerebro. También es el escenario que está enfrente: la necesidad de hacer que todo cierre, de reconstruir, a partir de las voces de otros, la naturaleza de una historia que tal vez no tenga motivos porque en el medio están las miserias humanas y los deseos. 

¿Dónde está Teo? A pesar de todo, aunque no haya qué reconstruir, en La prueba de lo contrario lo real finalmente llega para aplacar tanta conjetura. Justo en el momento en que todas las motivaciones pasionales hacen del mundo un lugar necesario para poder seguir habitando. En la hora clara en que el desastre empieza a apropiarse de los alrededores.


El camarín de las musas (Mario Bravo 960 CABA)
Duración: 70 minutos.
Localidades: general: $ 100 / Jubilados y est. universitarios: $ 70 (presentando acreditación)
Días y Horarios: Jueves 21:00 hs.

Ficha técnico-artística: 

Autor: Olivier Chiacchiari
Dramaturgia y dirección: Melina Marcow 
Actúan: Marcos Ferrante, Javier Pedersoli, Fernanda Pérez Bodria, Eduardo Iacono, Natalia Olabe y Martín Speroni. 
Iluminación: Rocío Caliri. 
Vestuario: Juan García y Aldana Della Salla 
Diseño del espacio: Julieta Potenze. 
Asistencia de dirección: Maia Minovich 
Prensa: Irupé Tentorio 
Difusión alternativa: Leandro Martínez Depietri