Una dama en París, de Ilmar Raag (Cine)


Por Mario Henao.

Una dama en París, película de Ilmar Raag, narra la historia de dos mujeres de Estonia que se encuentran en París. Parece que Estonia no es un lugar agradable para vivir. Eso, por lo menos, es lo que se deduce de las imágenes que dan inicio a la película. Un lugar excesivamente frío, machista, solitario, donde solo las excusas hacen que alguien permanezca ahí, nunca la voluntad, sino la necesidad. Por ejemplo, la necesidad de cuidar a la madre enferma. Por eso, cuando esta muere y la hija que la cuidaba ya no tiene ninguna excusa para quedarse, porque sus hijos ya no la necesitan, ya viven solos, entonces tiene que irse. Y se va a hacer lo mismo que hacía en Estonia, porque el sujeto puede cambiar el escenario, pero difícilmente podrá modificarse radicalmente. 

Así que Anne se va a París a cuidar a Frida, una anciana que huyó de la Estonia comunista y que vive en Francia desde hace ya muchas décadas. Anne se va de Estonia a Paris para buscar Estonia, Frida nunca quiso volver, ya no habla estoniano, prefiere hablar francés. Y Anne puede ir a cuidar a Frida porque es estoniana, pero habla francés. Es un filme que pone en escena la pretensión y la búsqueda constante de la diferencia. Pero al mismo tiempo su constante fracaso. 

Roland Barthes en su seminario sobre lo neutro afirmó que el sentido es producto del conflicto entre dos términos, es decir, de la diferencia. En el caso del film, el fracaso de la diferencia, tal vez tenga que ver con esa imposibilidad de encontrarle sentido a las acciones que las protagonistas realizan. Frida se fue porque quería ser una artista libre en la ciudad del arte. Anne porque no tiene ninguna razón para seguir en Estonia. Pero Frida no fue artista y Anne no encuentra razones para vivir en París. Paradójicamente, esa similitud en estas mujeres es lo que finalmente permitirá que se reconozcan y que se den la posibilidad de darse un sentido. 


Si el sentido proviene de la diferencia ellas van a hacerse conscientes de esa necesidad y van a declarar sus diferencias en sus similitudes. De esta manera logran establecer un lazo que no está dado por su procedencia, ni siquiera por su género, sino por su estar en el mundo. Es decir, porque ambas han logrado tomar cierta distancia frente a sus acciones, reconocen que son producto de sus decisiones y se hacen cargo de ellas. En cierto sentido eso las libera, las emancipa, y las  vuelve independientes. 

Así, Frida logra hacerse cargo de la imagen de mujer rebelde y diferente que la hizo llegar sola a la vejez. Anne logra entender que nada hay en el pasado que le pertenezca y que tiene todo por hacer. La independencia se produce cuando, a partir del conflicto, aparece el sentido. Entonces, se hace evidente que solo en la diferencia es donde puede aparecer la voluntad. La voluntad que hizo a Frida quedarse en París y renunciar incluso a su familia; y la voluntad de Anne que comprende que es su vida la que debe ser el centro de su atención y dejar de cuidar a los otros. Esto es el producto de un lazo de comunidad, la comunidad conformada por estas dos mujeres solas que rehacen un vínculo que configura un ser común. 

Esto puede ayudar a entender el título de la película que en francés es Une estonienne à Paris, se trata de una estoniana, de una dama. El hecho de que sea una sola, cuando en la película son dos, apunta hacia una idea de posición, posicionarse como una, para configurar una unidad que puede ser de dos.

Ficha artístico-técnica: 

Director: Ilmar Raag
Género: Drama
Intérpretes: Jeanne Moreau, Laine Mägi, Patrick Pineau 
Guión: Ilmar Raag, Agnès Feuvre y Lise Macheboeuf
Fotografía: Laurent Brunet 
Sonido: Pierre Mertens, Valène Leroy y Emmanuel de Boissieu
Musica: Dez Mona
Casting: Brigitte Moidon
Producción: Angeline Massoni 
Edición: Anne-Laure Guégan